ANTONIO HUACHACA Y LA RESISTENCIA IQUICHANA

La nueva entrega de esta serie de entradas sobre aquellos amerindios y mestizos que lucharon a favor del Imperio Español durante las guerras de independencia hispanoamericanas trata sobre Antonio Huachaca, un humilde campesino amerindio que lideró la resistencia realista en el Virreinato del Perú junto a otros valientes iquichanos en lo que actualmente se conoce como la provincia de Huanta.

José Antonio Navala Huachaca nació en el montañoso pueblo de San José de Iquicha ubicado en el antiguo Virreinato del Perú. Casado y con dos hijos, se vio envuelto en numerosos acontecimientos ocurridos durante el proceso de independencia del actual Perú. En el año 1814 lucha por primera vez en el bando español para frenar el avance de los rebeldes cuzqueños sobre la región de Ayacucho. Aquella experiencia en el campo de batalla le convertiría en un experto jinete y un gran estratega para futuros enfrentamientos. En recompensa a sus servicios se le otorga el rango de General de Brigada de los Reales Ejércitos del Perú. En 1821 el virrey José de la Serna otorga al municipio de Iquicha un escudo conmemorativo por su acreditada lealtad a España. Tal era el ímpetu de los iquichanos que incluso lograron capturar al teniente coronel Medina en su intento por llegar a Lima para comunicar la victoria de las tropas independentistas en la Batalla de Ayacucho producida el 9 de diciembre de 1824. Este hecho enfadó enormemente a Simón Bolívar hasta el punto de que ordenó al año siguiente a través del mariscal Antonio José de Sucre gravar con un impuesto de 50000 pesos a toda la provincia de Huanta por su apoyo a las tropas realistas.

A causa de la nueva insurrección separatista surgida en el virreinato, Antonio Huachaca comienza a movilizar a unos cuantos miles de amerindios de las proximidades de Iquicha para plantar batalla a las tropas secesionistas. Entre marzo y diciembre de 1825 consigue organizar una milicia disciplinada y uniformada a pesar de estar escasamente armada con lanzas, hondas y algunos rifles. Debido a la escasa capacidad de la guerrilla iquichana no se llega a producir combate alguno pero se sientan las bases para las futuras incursiones que llegarían sólo seis meses después. El 5 de junio de 1826, la milicia amerindia liderada por Antonio Huachaca conquista la ciudad de Huanta frente a las tropas separatistas que allí se encontraban. El 6 de julio de ese mismo año el líder iquichano consigue gracias a su carisma que dos destacamentos de los Húsares de Junín ubicados en Huancayo deserten del bando secesionista para unirse al intento de preservar el Imperio Español. Envalentonados por la situación, la guerrilla iquichana ataca la localidad de Huamanga (renombrada como Ayacucho por los independentistas) fracasando en su intento por conquistar la ciudad. Posteriormente el general secesionista Andrés de Santa Cruz encabeza una expedición de castigo que fusila a prisioneros sin juicio previo, encarcela a mujeres y niños, mata al ganado y reduce a cenizas los pueblos de Caruahuran, Iquicha y Huayllas. A pesar de que esta derrota implicó la retirada de la milicia amerindia a Iquicha, Antonio Huachaca siguió defendiendo la causa española enviando ese mismo año una carta al prefecto republicano de la región de Ayacucho en la que decía lo siguiente:

Salgan los señores militares que se hallan en ese depósito robando, forzando a mujeres casadas, doncellas, violando hasta templos, a más los mandones, como son el señor Intendente, nos quiere acabar con contribuciones y tributos […] y de lo contrario será preciso de acabar con la vida por defender la religión y nuestras familias e intereses

Escudo del Virreinato del Perú
Escudo del Virreinato del Perú
Tal era la preocupación del bando secesionista que hasta el nuevo congreso de Perú aprobó una ley de pacificación para la región el 14 de julio de 1827. Además se otorgó el indulto general a Antonio Huachaca que posteriormente sería ratificado por el presidente republicano José Domingo de La Mar. Después de unos meses de tregua en donde los iquichanos vieron como el ejército separatista recuperaba Huanta comienza la nueva ofensiva liderada por Antonio Huachaca. El 12 de noviembre de 1827 la guerrilla amerindia vuelve a conquistar de forma casi milagrosa la ciudad de Huanta ante la inoperancia de las tropas independentistas comandadas por el sargento mayor Narciso Tudela. El día 29 de ese mismo mes, la milicia iquichana intenta conquistar Huamanga (actual Ayacucho) volviendo a ser derrotada debido a que el nuevo prefecto Domingo Tristán y Moscoso había previsto un posible ataque con la consiguiente fortificación de la ciudad. Tras el fallido ataque el coronel secesionista Francisco Vidal ocupa nuevamente el municipio de Huanta persiguiendo posteriormente a la guerrilla amerindia que se había refugiado en las montañas de Iquicha. El comerciante alemán Heinrich Witt fue testigo de aquella última ocupación por parte del ejército independentista escribiendo lo siguiente en su diario:

Las tropas del gobierno tomaron nuevamente posesión de la ciudad y, si se puede creer a los huantinos, se portaron peor de lo que lo habían hecho los indios: no sólo saquearon las casas sin que ni siquiera respetaron la iglesia, de donde se llevaron las vasijas sagradas hechas de plata, estatuas de ángeles del mismo valioso metal, flecos de oro y plata, en resumen, todo lo de valor. Un oficial fue acusado de haber enviado a Huamanga no menos de nueve mulas cargadas de cosas robadas

Este imparcial testimonio debido a la nacionalidad de su autor sumado a la anterior carta de Antonio Huachaca corroboran el expolio y la crueldad de las tropas separatistas tras las derrotas que infligieron a los iquichanos. Existe constancia de que muchos de los prisioneros amerindios capturados a lo largo de la contienda fueron fusilados sin proceder ni siquiera a un juicio antes de su ejecución.

A pesar de este segundo fracaso a la hora de conquistar Huanta, la milicia iquichana fue capaz de recuperarse aunque sus fuerzas se vieron notablemente mermadas. La guerrilla amerindia consiguió resistir ferozmente en las montañas de Iquicha a la represión ejercida por el ejército secesionista dirigido por el coronel Vidal. Pero finalmente el 25 de marzo de 1828 se produce la batalla de Uchuraccay, donde las tropas separatistas al mando del comandante Gabriel Quintanilla derrotan a los iquichanos que sólo disponían de lanzas y hondas para defenderse. Se produce la muerte de centenares de amerindios entre los que destaca el hermano de Antonio Huachaca llamado Prudencio. El resto de los iquichanos supervivientes son hechos prisioneros incluyendo a la esposa y los hijos de Antonio Huachaca como venganza al comprobar que el líder amerindio había escapado a través de las montañas de Iquicha a lomos de su caballo llamado Rifle. Pero incluso tras esta dolorosa derrota, la milicia iquichana (ya sin su líder) logra alargar un poco más la guerra de independencia peruana hasta su aparente derrota definitiva en Ccano a principios de mayo de 1828.

Municipio de Huanta
Panorámica del municipio de Huanta en las que aparecen las
montañas por donde descendieron los milicianos iquichanos
liderados por Antonio Huachaca para conquistar la ciudad
Una vez establecido definitivamente el nuevo estado de Perú, los iquichanos se mantienen ajenos a las disputas políticas de una república que consideran que no les representa a la vez que mantienen vivos los ideales por los que lucharon. Debido a esta férrea voluntad, Antonio Huachaca regresa en 1836 para liderar nuevamente a sus paisanos en favor de la Confederación Peruana-Boliviana en su lucha contra el ejército chileno. Para los iquichanos aquella confederación suponía en cierto modo la restauración del Imperio Español por otros medios. En el año 1838, Antonio Huachaca es nombrado Juez de Paz y Gobernador del distrito de Carhuahuran como distinción por su apoyo a la causa confederal. En marzo de 1839 la nueva milicia iquichana sitia la ciudad de Huanta debido a la delicada situación por la que atravesaba la confederación. Pero los refuerzos chilenos enviados por el coronel Lopera (impuesto como prefecto de Ayacucho) consiguieron romper el asedio obligando a los iquichanos a retroceder nuevamente a las montañas. Sin embargo en junio de ese mismo año se produce la batalla de Campamento-Oroco, en la cual la guerrilla amerindia aprovechó una tormenta para atacar por sorpresa a las tropas enemigas provocando su retirada de una forma humillante y calamitosa. Tras este combate se lleva a cabo una brutal venganza por parte del ejército adversario que mata a todo aquel iquichano que se encuentra a su paso sin hacer distinciones entre civiles y milicianos.

Debido a esta situación el Prefecto-Coronel Lopera intenta promover un acuerdo con la guerrilla iquichana para conseguir terminar con el conflicto de manera negociada. Es así como el 15 de noviembre de 1839 se firma el Tratado de Yanallay en donde se acuerda la paz permanente que supone el final de la resistencia iquichana. No obstante Antonio Huachaca nunca aceptó este tratado ya que lo consideraba una traición a su objetivo de recomponer el Imperio Español como dejó constancia en su última carta dirigida al prefecto:

Ustedes son más bien los usurpadores de la religión, de la Corona y del suelo patrio... ¿Qué se ha obtenido de vosotros durante tres años de vuestro poder? La tiranía, el desconsuelo y la ruina en un reino que fue tan generoso. ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja hoy? ¿En quién recae la responsabilidad de los crímenes? Nosotros no cargamos semejante tiranía

Después de la disolución de la efímera Confederación Peruana-Boliviana, el líder iquichano prefirió adentrarse en las selvas del río Apumirac antes que renunciar a los ideales por los que tanto había luchado. Tras su muerte en 1848 fue enterrado en el altar mayor de la iglesia de San José de Iquicha en donde actualmente se encuentran sus restos mortales.

A pesar de todo existen numerosos historiadores hispanoamericanos que buscan justificar de alguna manera el patriotismo español mostrado por los amerindios iquichanos para legitimar el proceso de independencia hispanoamericano. Nuevamente nos encontramos con una tergiversación interesada que pretende adaptar estos hechos históricos a la doctrina oficial impuesta por los gobiernos hispanoamericanos sobre lo ocurrido durante la independencia de los estados americanos.

Los iquichanos lucharon en el bando realista porque eran y se sentían españoles, demostrando que para muchos amerindios nunca supuso una contradicción ser nativos americanos a la vez que leales vasallos de la corona española. Tanto Antonio Huachaca como sus partidarios tenían profundas convicciones monárquicas y religiosas provenientes de una larga tradición de tres siglos. Para los iquichanos la independencia hispanoamericana suponía un proyecto ajeno que les excluía al negar sus raíces españolas y católicas. Tampoco perdonaron que las tropas separatistas asesinaran civiles y profanasen iglesias puesto que ellos no cometieron semejantes actos pese a estar en tiempos de guerra. Todo esto sin contar con que la nueva república peruana tenía una estructura fuertemente centralista que derogó el derecho de los amerindios para nombrar a sus propias autoridades locales (corregidores y caciques).

La admirable determinación de Antonio Huachaca fue lo que posibilitó la supervivencia de la resistencia iquichana durante tantos años. El líder amerindio consiguió restablecer la monarquía española en la provincia de Huanta a pesar de los escasos medios de los que disponían los iquichanos. Antonio Huachaca administraba la región por la autoridad que le otorgaba ser general de brigada del ejército español. Durante su mandato designó delegados para controlar de forma efectiva toda la provincia a la vez que diezmeros que recaudaron fondos destinados a la causa española. También congregó suficiente mano de obra para reparar los puentes y caminos de la zona. Incluso elaboró un reglamento de orden público para legislar sobre los patrones éticos de conducta de las personas que estaban bajo su cargo.

Desde aquí quiero rendir mi más sincero homenaje a este gran patriota español que junto a sus paisanos iquichanos lucharon hasta la muerte por defender la unidad del mundo hispánico. Me despido como de costumbre pidiendo que os suscribáis al blog y visitéis tanto el perfil de Twitter como el canal de Youtube de Hispanoesfera. ¡Hasta la próxima!